viernes, 4 de noviembre de 2011

La lluvia vista desde arriba.

 Llueve copiosamente
adentro y afuera
afuera se ahueca la tierra
adentro se desintegra
algo de mí
(que se supone era importante).

Entre el sueño eterno
las blondas beldades escandinavas
y el silencio voluntario (deja vú!)
la lluvia se escucha más fuerte.
Se alimenta del miedo. Yo lo sé y nadie me cree.

Allá a lo lejos
      un punto color crema:
                  Carmina Vespertina.


Delia

martes, 1 de noviembre de 2011

Viceversa

Salirse del mapa
y fumarse de a poco.
Caminar por el borde
y sentir un deja vú.

Necesidad
constante de
necesitar.

Sin acercamientos prudentes
siempre la excusa
de la necesidad.

E irse
de adentro hacia
afuera.
O viceversa.
Sobre todo viceversa.

De repente
no quiero
volver
más.

Quedarme en viceversa.

Dorian

viernes, 19 de agosto de 2011

mi Carmina

Tan simple
tan blanca tan
nimia y tan
avasalladora.

Tanta oda memorizada
y tan falta
de palabras.

Tanta sonrisa
tanta poesía y
tanta miseria.

Siempre silenciosa
siempre gritándote
con ruegos camuflados.

Tanta vida
tanta noche
y cambiaría eternidades
por una sola tarde acrílica.

Tanto veneno
tanto atenuante
y al volver en mí
seguís siendo marfil.

(¿Será de desprecio tu sonrisa?)
Sustancia corrosiva
mi Carmina.

Delia

miércoles, 27 de julio de 2011

Desasosiego

Saciarse
en momentos robados,
romperse
en ausencias heladas
rearmarse en silencio
y salir a mendigar
para saciarse otra vez.

Dorian

lunes, 25 de julio de 2011

Muerto.

No, no estoy bien
estoy muerto.
Soy un espíritu inerte
en un cuerpo caminante.
Muerto en vida.

Podría practicar necromancia
con mis propias vísceras
y sólo vería
un vacío inmenso. Eterno.

Te acerco
para saciar este ardor enfermo
te alejo
para componerme y vivir.

Porque odio al Universo
finalmente, hoy entiendo
porque me odio a mí
y merezco la condena al ventanal.

Sin embargo quiero todo
absorberte y vaciarte
saciarme y hacer que te sientas
tan muerta como lo estoy yo.

Dorian

domingo, 24 de julio de 2011

Ausencia

Carmina es ausencia
por su condición innata
de iridiscente.
Carmina eter.

Y Delia de nuevo,
carroña de cisne
oscilando entre vértices
eternamente triangular.

Las esperanzas de la Luna
en cuarto creciente
son siempre al final
agujas caídas
del reloj.

Y yo una hoja seca
figura abyecta
arlequín con colorete
vacía o vaciada.
Y sola. Tan sola.

Delia.

jueves, 2 de junio de 2011

Hola. Vengo a vomitar sangre otra vez.

Calderas humeantes rebalsadas
se destapan solas asqueadas
usadas fumadas bastardeadas
y vomitan sangre
otra vez.

La semana que pasó no
pude ir y venir en un
mismo asfalto o no
quise rayar con
impertinencias propias
o ajenas, robadas
en el ismo de tu ego.

Llámote pimpollo ennegrecido
ya con menos odio
o no.
Quizá el odio aprendió
a decir tu nombre,
tu dulcespanto nombre.

O arrebatándole manos
al azar
se me antoje lo amorfo
de tu persona
semi tolerable
menos nauseabundo
pero nunca
menos multitud.

Una vez vacía
la caldera humeante se
tapa sola,
al tocarla el vientre
moribundo e ingenuo,
que esconde la artimaña
en su voz marfilada.

No sé si el vientre
inculca el odio al pimpollo
o viceversa.
Pero los aborrezco a
ambos,
y podría abalanzarnos
a los tres
a la caldera humeante.

O no sé. O condenarlos al ventanal.

Pero sí sé que todo
lo que no odie hoy
en voz alta
serán vómitos
de sangre,
de rabia
de materia putrefacta,
mañana.

Dorian

lunes, 23 de mayo de 2011

Setenta y cinco versos. Y la Luna.

Y te diría que sí
a lo que fuera
que me pidieses.

¿Cada cuántos
milenios perlados
vos y New York
vienen a mí?

Entonces no era
el café al cognac
la vainilla ni
el pomelo de
mi esencia;
sino tus níveos
dientes
tu pálida, nacarada
tez de polietileno
lo indefinido
de tus ojos.
Tu voz.

Estrofa aparte
tu voz.
Oda entera
tu voz,
que completa
lo perfecto de
tu esencia.

Causa del
silencio mío.
Frío.
Sudor.

Setencia y cinco versos
y la Luna
es poco
es nada.

Luces obnubilantes
atrapo tu incandescencia
y la guardo
en el abismo.

¿Cuántas nieblas contaste
antes de atreverte
tan insoportablemente bella
atrevidamente tímida a
levantarte y decir algo?
Indigo fue el instante
¿no notaste cómo
ardían mis ménades?

Desfiladero arbóreo
donde corremos
libres
en la inaudita locura
de tus vísceras
blancas.

Quién pudiera,
tormento suave
vestirte de sonrisa.
Quién quisisera
carmina
mea puella
cortarte una pestaña
con viento.

Instante atemporal
hoja tierna
caída.

Que Dorian no
te toque nunca
no vuelva carroña
el terciopelo
de tu voz.

Yo, Delia etérea
velo en los ocasos
para alejarlo
para esperarte
rociomatutino
corcheaperfumada.

Todo esto. Poco. Puro. Tuyo.
Y la Luna.


Delia

martes, 3 de mayo de 2011

So get the fuck out.

Apreciemos este oportuno momento, mi querida, que estamos solos, juntos los dos, para odiarnos a nuestras anchas.
Ahorrate la exclamación, la incredulidad, y el hacer de cuenta que los sentimientos que de vos supongo son erróneos e imposibles.
¡El odio es mutuo! ¿No te habías dado cuenta?
Ahora podés dejar de sentirte culpable, porque yo aborrezco tu existencia tanto como vos la mía.
¿No es admirable? Nos sentamos, nos besamos empalagosamente y nos abrazamos como hermanos,
y nos odiamos, sin embargo, de la forma más hipócrita posible.
Ay, mi pimpollo ennegrecido, no finjas ahora, y odiame de veras. Deseá verme muerto como yo deseo a cada instante estrellarte contra un vitral. Odiame con desenfreno, sin piedad y libremente.
Odiame con la pureza de un amor inocente.

Dorian

jueves, 21 de abril de 2011

Lechuga.

La vida misma me aprieta como un zapato chico. Y vos a veces también, querida mía.
El suelo mismo me parece a veces una limitación. Y tus abrazos me encadenan.
En mis afueras cotidianos la agorafobia me toma prisionero. Y en tu cama la claustrofobia. Un encierro voluntario, puede ser? Qué miedo nos ata?
Es un tópico recurrente en mis pensamientos - hace poco noté - el odio ciego al Universo mismo. Desistí de llamarlo misantropía cuando advertí que se extendía más allá de la  desagradable y estúpida raza mal llamada superior. El tedio y la sofocación que la vida me enferma hasta el espíritu. Me pudre las vísceras y me hace sentir como si las escupiera una a una. Y odio. Odio tanto a todo. No quiero decir que la expansión de mi aversión al mundo sea por vos. Bajo ningún concepto.
O quizás si. ¿No te parece? Me repugna tu dependencia. Me asquea tu amor. Y  te odio tanto como al resto de la humanidad. Odiaría también a los futuros frutos de tu ser, y a toda obra, todo esbozo de algo surgido de vos. Bueno, ya está, lo dije. ¿Y qué? ¿Cambia algo? ¿Es que me siento mejor?
Siento que me caigo a pedazos en un chiquero hediondo, donde los cerdos son más limpios que yo. Siento que corro incansablemente y cada vez el horizonte se me aleja más. Y de golpe se ciñen sobre mi cuatro paredes con púas que luego toman forma de brazos estilizados.
Agorafobia. Claustrofobia. Agorafobia. Claustrofobia. Todo el tiempo, regenerándose, nutriéndose entre sí.
Espacios abiertos, gente, gente, gente. Ruido. Hablan. Bostezan. Escupen. Asco, asco, asco. Bailan y ríen y gritan y lloran. Se chocan, se miran con pedantería y se esconden a llorar en un rincón. Uno me roza con la punta del saco y no resisto las ganas de partirle el cráneo contra la pared, de lanzarlo afuera por la ventana del colectivo. A él y a todos los demás.
Espacio cerrado. Una cama, un sillón. La mesa. Vos. Me abrazás, te abrazo. La cocina, la silla con la pata rota. La olla con guiso. Lechuga. Te das vuelta a mirarme melosamente. Sonreís. Hermosa.
Te odio.
Los odio. Muéranse todos.

Dorian Hyde.

viernes, 8 de abril de 2011

Cadaver Exquisito #1

Cada tiempo tiene una belleza absoluta
como el ablativo (aunque no es tiempo)
haciendo objeto circunstancialmente con ellos.
Ellos nos roban los comienzos, somos una continuación,
sucesión infinita de hombre dioses, tan borgeana,
catarsis en rituales dionisíacos. Vísceras.
Condición humana de ser roto y exagerado, ola detenida,
almejas en los postes del muelle, marea baja, tumores
¿Por qué la sal del mar hoy sabe a niebla?
Es pasado hoy, somos niños viejos en un bote que va
irremediablemente al Leteo, a ser lo que fuimos:
barro, nubes, hebillas de bronce. Albinos.
Lluvias altas como torres donde teja para Ulises el errante
una maraña de vidas y ojos, castigo de inmortales,
una carrera en tacos altos, rollo de espinales.
Las prostitutas son más felices que las rosas
¡De ahí que los dioses son siempre dichosos!
Y eso mismo es el castigo de los muy hijos de puta,
el hombre; no la pena de muerte sino los muertos de pena.
Los que viven durmiendo, duermen la muerte ¿Nosotros?
Nosotros vivamus atque amemus
mientras podamos, antes de que se abra la vida y escape.
¿Mañana se acaba el mundo? Cebame un mate
con yuyos dañinos y alquitrán y otras delicias.
En el asfalto se pudre el pájaro que enfrentó al rayo,
en mi boca hediondas frases a medio decir,
aliento de muelas enfermas, corrupción de la garganta de la carroña.
Los niños piensan en la muerte, por eso juegan.

Autores:
http://puellaridet.blogspot.com/
http://juanfld.blogspot.com/
http://ritualesdionisiacos.blogspot.com/

jueves, 7 de abril de 2011

Mate Cocido

Y ya ni siquiera se
me vienen al olvido
lo obnubilante de
esas tardes
las suyas
las de ellos.

¿Y es que nunca les habrán
pasado?
¿Es que serían verdín
preveraniego?

¿Qué Tártaro depara
a los furtivos?
¿Qué Hermes los ampara
con sigilo en el saco de lino?

Porque aunque me esfuerce
un dejo oscuro de frases
sin sentido
quizás en clave
lo que me surge
al pensar en
esas tardes
las de ellos.

¿Cómo era que ellos
se llamaban?
¿Es que se reconocían
por las orejas,
o por el fuego que
centella al pasar?

Dorian

Con Medias de Lana

Me preguntan qué es Literatura, Catalina.
Interrogan qué es lo literario y la literaturidad.
No cabe duda, pienso yo, que Literatura es que la arrogancia de tu belleza se me haga insoportable. Que tu presencia en mi mismo ambiente me cercene el aire; que cada cosa que hagas sea para mis torpes ojos expresión de perfección y que nunca, jamás, vayas a saber que luego de pasar a tu lado y mirarte con indiferencia destripo mi cuaderno en versos para vos.

Delia.

domingo, 13 de marzo de 2011

Daj

Lo habíamos esperado tanto. Fueron menos de dos horas de irrealidad que se consumieron más rápido que un cigarro en los labios nerviosos de Delia. Después todo volvió a ser lo mismo, nada quedó: ni recuerdo, ni moraleja, ni sentimiento. Nada.

Y sin embargo lo ansiábamos tanto. Nos sentamos alrededor de la mesa y comimos hasta que la comida nos empezó a chorrear por los poros. Y sonreíamos. Y a todos nos importaba un carajo. Uff. Sin embargo sonreíamos, y hablábamos sobre nimiedades y comíamos.

Pero todos ansiábamos que llegara ese momento: para lampacearnos en la cara todas las atrocidades de la vida, para convencernos de que no todo estaba tan mal, para reinsertarnos en esa bolsa zipploc de dos horas como parte de un ritual perpetuo.

Y a todos nos importaba un carajo. Pasame otro tomate relleno que me siento vacío. ¿No escuchaste que a Marta, la de enfrente de Cacho le enctraron a robar a la noche y le desvalijaron el garage? No. Daban lluvias para hoy. El pronóstico nunca le pega. ¿Querés más ensalada rusa? A mí me dijo que para fines de enero esperaba.

Banalidades. Y sándwichs de miga.

En determinado momento establecido se alzaron las copas, todos nos paramos. Abrazos, besos, feliz no sé qué y alguna risa. Alguien empezó a llorar. ¿Lloraría por sí mismo, por lo patético de nuestra reunión o por el mundo en general? A lo mejor lloraba porque sabía que Papá Noel no le traería el mazo de Thor para aplastar a toda la humanidad. Lloraba la falta de un lugar fuera de la Tierra donde poder irse bien a la mierda y no ver a ninguno nunca más. Y vayanse todos a la reputa madre que los parió.
Quizá lloraba por eso, o quizá lloraba yo.

Dorian.

miércoles, 2 de marzo de 2011

A Catalina, desde el Averno.

Perversiones a medias
o quizás me buscabas
mientras reías indiferente.
O el campo perverso
siempre a medias.
Catalina.

Y si la penumbra
me alumbra.
Esta aspereza de semiconciencia
pero vos y New York.
Me sangra el cuerpo deforme.
Y la Luna.

Peripecias atiborradas en rincones
o yo estaré enloqueciendo.
Son las dos y diez.
¿Para qué miente tu castillo
húngaro de nueces de Pecán?

martes, 15 de febrero de 2011

La campanada número ventiocho

Me odio por amarte tanto, Eurípides. Me odio por ser débil, estúpida y vulnerable. Porque con sólo un boceto de sonrisa tuyo todo lo que daba por sentado se invierte y destruye.
Me odio por no poder decir basta, me odio por no tener el valor de odiarte a vos. Me odio por no haberme ido con Dorian (¿alguien sabe a dónde fue? Me dijeron que mientras yo dormía dio un portazo y salió). Me odio y me siento miserable. Soy un ser enfermo y desagradable, Eurípides. ¿Qué placer puedo causarte? ¿La sumisión, la alienación total de mi persona para con tu voluntad, la entrega absoluta? ¿Qué es?

Me odio, Esurípides, y dudo que te importe mucho eso mientras yo siga a tu lado haciendo vanos esfuerzos por articular palabra en una discusión. No por falta de argumentos, sino por falta de voz, de coraje. Por miedo. ¿Qué rol cumplo al lado tuyo? ¿Soy algo más que tu capa de lluvia, vieja y estropeada? Para mí siempre fuiste la cueva donde me refugiaba de la tormenta y de los dinosaurios; el espejo mentiroso que aumentaba mi belleza inexistente; la luz a mitad de la noche que ahuyentaba los fantasmas. Y todo lo demás también eras. Todo lo que seguís siendo.

Y te odio, Eurípides, te odio porque cada acto tuyo me envenena hasta el delirio, y me hace amarte irracionalmente, incalculablemente, insaciablemente.

Delia
Me odio por amarte tanto, Eurípides.
Delia

jueves, 10 de febrero de 2011

Cuando estés muerta, Delia.

La miro y la encuentro dormida. De nuevo. La sacudo y le tiro del pelo con fuerza. Ella, pese a esto, se despierta a medias, entreabriendo los ojos, casi mirándome.
 - Despertate, Delia. Ya vas a tener suficiente tiempo para dormir cuando estés muerta.

Delia me da la espalda y se vuelve a dormir. Estúpida. Un espíritu puro: puramente insensato.
No sé si volver a llamarla o salir. Salir corriendo, volando o como fuere, pero salir. El mundo entero me causa una sensación indescriptible que oscila entre la claustrofobia y la agorafobia. Necesito salir, luego necesito volver.

Soy demasiado joven y hermoso para quedarme acá a pudrirme; pero también soy demasiado desalmado y repulsivo como para merecer estar vivo. Entonces tengo ese constante deseo de salir a gastar el mundo en tiempo record.

Mañana. Mañana mismo podría estar muerto y a nadie le importaría. Nadie sufriría mi ausencia, nadie discreparía en que merecía morir.
Sin embargo no me importa, voy a morir en mi plenitud y seré un cadáver exquisito, perfecto. Una porcelana virgen que, al romperse, le saldrán gusanos del interior.

Si, soy un parásito, pero un parásito con aspecto de flor: una rosa color sangre con puas enormes y fragancia a basurero. ¿A quién puede importarle si muero? ¿A quién si vivo?

Entonces por eso, y únicamente movido por el terror al tiempo desperdiciado y a morir sin haber visto y hecho lo suficiente, recorro el mundo en una danza dionisíaca frenética al compás de la desesperación. No me interesa si el mundo se cae a pedazos, con tal de haber visto su esplendor para poder gozar al verlo desplomarse, junto a todos los que, como Delia, viven de forma absurda una existencia plana y uniforme.

Mejor la dejo que duerma: con suerte va a morir antes de despertarse y nunca se dará cuenta de todo lo que se perdió.

Dorian

martes, 8 de febrero de 2011

Híbridos

Qué pobres que somos. Qué híbridos. Libidinosos. Paupérrimos. Pobres.

Tan pobres en suerte y tan ricos en secretos.
Somos como una máquina insensible, que funciona mientras encajen los engranajes. No importa que hayan pasado siglos, basta con que alguien arranque la maquinaria para que todo sea posible nuevamente.

Qué híbridos. ¿De dónde salimos así? Qué par de seres amorfos tan horribles y perversos, insaciables y mezquinos.

Yo sólo quiero limpiar mis vísceras un poco. Que haya un estropajo interno que me saque brillo otra vez. Quiero un balde agua y lavandina para mi cabeza, y mariposas nuevas para reemplazar las que murieron en mi estómago, ahogadas en whisky.

¿Y vos, qué querés? ¿Engranajes nuevos, una mano de pintura, una esponja y un jabón? ¿O te conformás conmigo como compañía de acá a que se nos gasten las bujías? ¿Te basta con este ser de mil páginas, insensible y atroz para sentirte vivo?

Somos la  misma insensatez, y a mi me basta con que compartas un poquito de mi demencia, un momento de mis rituales dionisíacos, una pizca de acidez y amargura, para sentirme un ser menos nocivo.


Dorian

lunes, 7 de febrero de 2011

Otoñalmente veraniego.

¿Así que es otoño en pleno verano? ¿Así que a febrero le salieron las primeras canas? Será que el ambiente se mimetiza conmigo, porque hoy justamente siento que es otoño en mí.
De mis ojos no caen lágrimas sino hojas secas, y mi corteza entera se reseca y resquebraja. ¿Qué es esto sino un otoño prematuro, una consecuencia del cambio climático, una existencia desvaneciéndose?
Hoy empezó el otoño en mí, por ende voy a meterme en mi cama y taparme hasta la nariz, a ver si tu olor en mis sábanas me saca un poco lo gris, si el recuerdo de nuestras noches veraniegas se filtra en mis raíces y me devuelve un poco de lo que alguna vez fui.

Delia

Cerrar ventana del explorador.

Un trueno lejano, una única gota paracaidista y el silbido atrevido del viento sucio, arremolinado, que voló las hojas de mi libro, crearon ese ambiente de no se qué. Y esa incertidumbre meteorológica me hizo abandonar mi lectura y mirar el cielo empañado para buscarle formas a las nubes: no vi ningún ente demoníaco o garra monstruosa señalando la Tierra.
Y sin embargo, puede que éstas sean las memorias de los últimos días, según se comenta.
Las gotas paracaidistas entran por  mi ventana y me mojan las manos: no quieren que dé testimonio de esto.
Dicen que a las 22:12 lloverá todo lo que fue escupido al cielo desde el principio de los tiempos; dicen que se invertirán las leyes de gravedad y saldremos despedidos al espacio. Dicen que los árboles solos quedarán de pie, pero que los humanos no deben saberlo, porque agujerearían cortezas y se meterían ahí a esperar.
Yo lo sé por mi esencia androide, pero no pienso hacer nada, solamente sentarme a esperar, que termine el vendaval.

Dorian

martes, 18 de enero de 2011

Shhh!

¡CALLATE, DELIA!

Dorian

3 AM

Y hoy escribo por la injusticia.
Es TAN injusto. Tan absurdamente injusto que haya terminado todo así.  Tan injusto que a casi dos meses te extrañe igual, te llore igual,  te recuerde como siempre, pero te sufra más.
Tan tan injusto que cate todos los vinos y vos sigas siendo el mejor, que compare todo con lo que era con vos.
Es tan enfermizamente injusto que me siga ahogando en llanto a mitad de la noche, que me siga arrancando los mechones y rompiendo las uñas mientras intento hacer desaparecer tus manos de la pared.
Qué injusta, qué perra fue la vida en hacernos esto. Se suponía que era para siempre. FOREVER.  Se suponían tantas cosas que ahora se ven utópicas. Y yo nunca voy a dejar de preguntarme por qué. Y nunca voy a dejar de escribirte, aunque ya no sepa tu dirección y no pueda mandarte cartas.
Porque es injusto. Porque eramos perfectos y no se suponía que esto debiera pasar. No se suponía que yo escribiera algo como esto, nunca.
No se supone que siga viendo tus fotos en mi mesa de noche. Pero lo hago, y es TAN horriblemente injusto.

Delia

lunes, 17 de enero de 2011

Re menor

Es lento el proceso de un metal que se oxida. Desde verse brillante, soberbio y perfecto a ser un trozo opaco de algo que mancha y molesta, incluso a la vista, hay un lento proceso de degradación, de descomposición, de corrupción.
Y he ahí la palabra que buscaba. Corrupción. ¿Cuál es el proceso equivalente en las personas? ¿Cuándo una persona se corrompe? ¿Cuándo un ser se oxida?
En mi caso soy el óxido que habla. Soy la corrupción de lo que una vez fue persona. Sigiloso, pudriendo y ennegreciendo las vísceras me fui haciendo uno con el cuerpo, lo fui llenando de humo, fui reemplazando el aroma a violetas por olor a Whisky.
Sin embargo no hubo una gran resistencia por parte del cuerpo, excepto por una pequeña, nostálgica y estúpida porción que a veces resurge. Puede que sea el lado cuasi humano que aún batalla, o puede que sea una escoria deforme del cuerpo corrupto. No sé, no me importa, porque ella no cuenta. Porque en este cuerpo oxidado quien rige soy yo.
Soy el narciso que nunca se marchita, soy un alma podrida en un envase de mármol, soy el cadáver exquisito, soy el que decide, el que manda.

Dorian

martes, 4 de enero de 2011

Algún día que no recuerdo bien.

Ay Delia, Delia... ¡Cómo intentaste corregirme! ¿No te das cuenta que es en vano? Yo soy un ser corrupto de nacimiento, y empeoro con el tiempo. ¿Cuál fue tu problema esa noche? Bien sabés que las noches son mías; sin embargo no te vi muy forzada ni afligida esta tarde... ¿Qué? ¿No eras vos? ¿Era un cuerpo que se movía solo por inercia? Tenés un lado oscuro, Delia, no sos solamente una violeta entristecida (dirás que yo soy un Narciso sin estanque, ya sé...), sino una valija llena de porquerías que no se puede cerrar por el temor a librarse de ellas: tus miedos, tus prejuicios, tu inseguridad. ¿Por qué no los arrancás de vos y brillas un poco conmigo?

Dorian