lunes, 7 de febrero de 2011

Cerrar ventana del explorador.

Un trueno lejano, una única gota paracaidista y el silbido atrevido del viento sucio, arremolinado, que voló las hojas de mi libro, crearon ese ambiente de no se qué. Y esa incertidumbre meteorológica me hizo abandonar mi lectura y mirar el cielo empañado para buscarle formas a las nubes: no vi ningún ente demoníaco o garra monstruosa señalando la Tierra.
Y sin embargo, puede que éstas sean las memorias de los últimos días, según se comenta.
Las gotas paracaidistas entran por  mi ventana y me mojan las manos: no quieren que dé testimonio de esto.
Dicen que a las 22:12 lloverá todo lo que fue escupido al cielo desde el principio de los tiempos; dicen que se invertirán las leyes de gravedad y saldremos despedidos al espacio. Dicen que los árboles solos quedarán de pie, pero que los humanos no deben saberlo, porque agujerearían cortezas y se meterían ahí a esperar.
Yo lo sé por mi esencia androide, pero no pienso hacer nada, solamente sentarme a esperar, que termine el vendaval.

Dorian

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