jueves, 2 de junio de 2011

Hola. Vengo a vomitar sangre otra vez.

Calderas humeantes rebalsadas
se destapan solas asqueadas
usadas fumadas bastardeadas
y vomitan sangre
otra vez.

La semana que pasó no
pude ir y venir en un
mismo asfalto o no
quise rayar con
impertinencias propias
o ajenas, robadas
en el ismo de tu ego.

Llámote pimpollo ennegrecido
ya con menos odio
o no.
Quizá el odio aprendió
a decir tu nombre,
tu dulcespanto nombre.

O arrebatándole manos
al azar
se me antoje lo amorfo
de tu persona
semi tolerable
menos nauseabundo
pero nunca
menos multitud.

Una vez vacía
la caldera humeante se
tapa sola,
al tocarla el vientre
moribundo e ingenuo,
que esconde la artimaña
en su voz marfilada.

No sé si el vientre
inculca el odio al pimpollo
o viceversa.
Pero los aborrezco a
ambos,
y podría abalanzarnos
a los tres
a la caldera humeante.

O no sé. O condenarlos al ventanal.

Pero sí sé que todo
lo que no odie hoy
en voz alta
serán vómitos
de sangre,
de rabia
de materia putrefacta,
mañana.

Dorian