domingo, 23 de diciembre de 2012

On the edge.


A medida que pasa el tiempo, y por consecuencia -por consecuencia de mi/tu nohacernada, claro está- a medida que sondeo nuevos horizontes o mejor dicho nuevos niveles subterráneos de estados anímicos, de noches de llanto y whisky -que nunca superan, de todos modos, la autodestrucción que alcanzo en una noche con vos- puedo notar y analizar de modo más preciso la relación directa entre lo emocional y lo físico en mí.
Ayer a la mañana quise, al momento de hablar y cuando me presentaste la primera excusa barata del día,  decirte, gritarte, insultarte, todos esos argumentos que tengo guardados desde hace tiempo, y que son de la crueldad más cínica. Sin embargo lo único que esbocé, con voz temblorosa y tratando al mismo tiempo de no llorar fue "bueno" seguido de un "¿tengo otra opción? Entonces está bien". Automáticamente empecé a sentir un dolor en la garganta tan fuerte, tan hondo que llegué a pensar que no me había dado cuenta de que tenía anginas, o algo peor.
Y anoche fue el colmo. Anoche la nombraste. La nombraste directamente pero como al pasar, como si yo no fuese a morirme de dolor, como si tuviese la obligación de entenderte y callarme y esperar a mañana, a que se te cante aparecer. Siempre me decís que trate de entenderte. ¿Alguna vez hiciste uh mínimo esfuerzo por entenderme a mí? ¿Alguna vez pensaste en dejar de exigirme y valorar la paciencia sobrehumana que tengo con vos? No sé qué fuerza es la que me ata a seguir al lado tuyo. Y estoy segura que si la conversación de anoche hubiera sido por teléfono o cara a cara hubieras mirado para otro lado, hubieras hecho un esfuerzo increíble por hacer parecer esa situación como algo entendible, obvio, algo que no tendría por qué generar tristeza, desesperación, desesperanza. No era casualidad que siguiera despierta a las dos de la mañana, quiero que lo sepas. La cuestión acá es que, cuando la nombraste, sentí inmediatamente nauseas, seguidas por arcadas, que me acompañaron toda la noche. El simple pensamiento de vos pronunciando su nombre me hacía doblarme en la cama -no, en el sillón, porque pasé otra noche ahí- como si fuese a vomitar.
Suena extraño pero ya me lo habían advertido (creo que incluso fuiste vos el que lo había dicho), lo  alarmante es que cada vez lo siento con más fuerza, cada vez los signos son más evidentes: ya no es
decaimiento cuando no estás, ya no es dolor de cabeza cuando discutimos. Ahora son puntadas en la garganta y nauseas. ¿Cuál será el siguiente nivel?
Como sea te sigo esperando aunque sé que no hay nada que esperar, porque tu poder de decisión es nulo. Te sigo esperando aunque todo lo que represente esperar algo de vos sea en vano, te espero porque en el fondo, muy en el fondo, no me puedo resignar a perder algo por lo que me jugué hasta el alma. No es justo, nada de esto es justo.
Y no me merezco estar así, pero vos sí  te merecés verme así, todas las situaciones que decís que no podrías
volver a vivir, las merecés, porque de algún lado tiene que golpearte esto, no podés salir ileso, no podés
desligarte y suponer que es un problema mío nada más.
Lo único que siento es decepción, desilusión, y cada vez menos ganas de hacer algo al respecto.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Gutless


Al parecer en algún momento, inevitablemente se rompe el silencio, se humedece la pluma y se procede a vomitar todas las atrocidades depositadas en el alma, prendidas como un tumor, que enmohecen la vitalidad, cargan de arrugas la juventud y opacan el brillo de cualquier sonrisa.
Y aparentemente mi momento es hoy, ahora. Y es tu mutismo, tu carencia crónica de palabras, tu silencio voluntario lo que me obligó a romper el mío, a desangrarme en un papel, a cortarme las venas con el filo de la pluma y escribir con la rabia semicoagulada que brota de la herida.
Nunca tenés nada para decir. Nunca vas a arriesgar nada poniendo en juego aunque sea un par de frases escuetas. Nunca. Yo mes desgarro, vaciando mi interior -casi de forma literal, porque últimamente mi discurso es visceral- delante tuyo y tu respuesta es siempre un silencio, a veces una risa nerviosa, nunca una respuesta, nunca una postura, nada. GUTLESS. Eso sos.
Y hoy terminé el día con decepción, ya que ninguna profecía apocalíptica se cumplió. Y una parte de mí - pequeña, misántropa y excesivamente molesta y traicionada - la misma que quería ver el mundo arder y caerse a pedazos, quería que por lo menos hubiera una falla masiva en los sistemas de comunicación para verme totalmente inhabilitada para saber de vos. Porque esa misma porción de mi persona, así de corrupta y llena de odio (ese Dorian Hyde que trato siempre de esconder abajo de la cama, porque representa lo peor de mí), es la única porción con un resto de sentido común, la única que quiere extirpar el tumor y salvar al resto. Tu silencio me revuelve las vísceras y reaviva mi odio a toda la raza humana. Tu silencio me hace pensar que ya no hay razón para quedarme, para seguir, para creer, para esperar, para intentar, para nada. Y me recuerda todo lo que fui y ya no quiero ser. Esto no es para mí, y lo sé.
Sin embargo todo lo que representa tu silencio se vuelve - se volverá mañana, con certeza- nada ante el primer contacto con tus ojos, ante tu primer esbozo de sonrisa, y esta noche me voy a quedar en casa de nuevo, llorando hasta quedarme dormida, oscilando del amor al odio en vaivenes, pero con una constante: la pena; una pena enorme por mí.

No sé quién firma, porque no me reconozco, ya no sé quién soy.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Saquenmeyadeacá

Aroma a río
y tierra húmeda
afeites venenosos
estacados en la mente.

Desintoxicación inmediata
viento patagónico que sacuda
y borre lo que sobra en mí.

Que me saquen del
paredón de fusilamiento
a tiempo.
O que me ametrallen
rápido y me tiren al mar.

El limbo de la duda
de los naranjos y los
bacanales es peor
condena que la muerte.

Arrancando mi persona del mundo
matando a la bacante que me ata
un tobillo con alambre de púa
tenga quizá una chance
de volver a ser
de volver a mí
de no morir así.

Delia