lunes, 23 de mayo de 2011

Setenta y cinco versos. Y la Luna.

Y te diría que sí
a lo que fuera
que me pidieses.

¿Cada cuántos
milenios perlados
vos y New York
vienen a mí?

Entonces no era
el café al cognac
la vainilla ni
el pomelo de
mi esencia;
sino tus níveos
dientes
tu pálida, nacarada
tez de polietileno
lo indefinido
de tus ojos.
Tu voz.

Estrofa aparte
tu voz.
Oda entera
tu voz,
que completa
lo perfecto de
tu esencia.

Causa del
silencio mío.
Frío.
Sudor.

Setencia y cinco versos
y la Luna
es poco
es nada.

Luces obnubilantes
atrapo tu incandescencia
y la guardo
en el abismo.

¿Cuántas nieblas contaste
antes de atreverte
tan insoportablemente bella
atrevidamente tímida a
levantarte y decir algo?
Indigo fue el instante
¿no notaste cómo
ardían mis ménades?

Desfiladero arbóreo
donde corremos
libres
en la inaudita locura
de tus vísceras
blancas.

Quién pudiera,
tormento suave
vestirte de sonrisa.
Quién quisisera
carmina
mea puella
cortarte una pestaña
con viento.

Instante atemporal
hoja tierna
caída.

Que Dorian no
te toque nunca
no vuelva carroña
el terciopelo
de tu voz.

Yo, Delia etérea
velo en los ocasos
para alejarlo
para esperarte
rociomatutino
corcheaperfumada.

Todo esto. Poco. Puro. Tuyo.
Y la Luna.


Delia

1 comentario:

  1. Ya puedo comentarlo. Me encanta. Aunque, de hecho, son 80 versos (sin contar la Luna)

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