viernes, 21 de diciembre de 2012

Gutless


Al parecer en algún momento, inevitablemente se rompe el silencio, se humedece la pluma y se procede a vomitar todas las atrocidades depositadas en el alma, prendidas como un tumor, que enmohecen la vitalidad, cargan de arrugas la juventud y opacan el brillo de cualquier sonrisa.
Y aparentemente mi momento es hoy, ahora. Y es tu mutismo, tu carencia crónica de palabras, tu silencio voluntario lo que me obligó a romper el mío, a desangrarme en un papel, a cortarme las venas con el filo de la pluma y escribir con la rabia semicoagulada que brota de la herida.
Nunca tenés nada para decir. Nunca vas a arriesgar nada poniendo en juego aunque sea un par de frases escuetas. Nunca. Yo mes desgarro, vaciando mi interior -casi de forma literal, porque últimamente mi discurso es visceral- delante tuyo y tu respuesta es siempre un silencio, a veces una risa nerviosa, nunca una respuesta, nunca una postura, nada. GUTLESS. Eso sos.
Y hoy terminé el día con decepción, ya que ninguna profecía apocalíptica se cumplió. Y una parte de mí - pequeña, misántropa y excesivamente molesta y traicionada - la misma que quería ver el mundo arder y caerse a pedazos, quería que por lo menos hubiera una falla masiva en los sistemas de comunicación para verme totalmente inhabilitada para saber de vos. Porque esa misma porción de mi persona, así de corrupta y llena de odio (ese Dorian Hyde que trato siempre de esconder abajo de la cama, porque representa lo peor de mí), es la única porción con un resto de sentido común, la única que quiere extirpar el tumor y salvar al resto. Tu silencio me revuelve las vísceras y reaviva mi odio a toda la raza humana. Tu silencio me hace pensar que ya no hay razón para quedarme, para seguir, para creer, para esperar, para intentar, para nada. Y me recuerda todo lo que fui y ya no quiero ser. Esto no es para mí, y lo sé.
Sin embargo todo lo que representa tu silencio se vuelve - se volverá mañana, con certeza- nada ante el primer contacto con tus ojos, ante tu primer esbozo de sonrisa, y esta noche me voy a quedar en casa de nuevo, llorando hasta quedarme dormida, oscilando del amor al odio en vaivenes, pero con una constante: la pena; una pena enorme por mí.

No sé quién firma, porque no me reconozco, ya no sé quién soy.

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