sábado, 8 de septiembre de 2012

Dejo el huerto. Voy al mar.

¿Qué otra cosa se supone que haga
en esta inmensidad verdosa,
en la que todo causa hastío,
en donde el silencio es infinito,
más que llenarme los bronquios
de cloroformo y navegar
con ansias de naufragio,
sin que haya sueños lúcidos?

¿Con qué fin querría anclarme
llenando un cesto sin fondo
entre el eco eterno de las mismas
frases hechas y los mismos
rituales cristianos,
observando cómo se aja la piel
mirando expectante el horizonte
preguntando "por qué no"?

Si existiera algún motivo
además de un huerto siempre verde
de esferas amarillentas
y copas de algodón para retenerme,
presentarlo ahora; de lo contrario
mi barco me espera
mis mares me anhelan.

Tercer ente

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