viernes, 1 de junio de 2012

Un cielo púrpura sobre el humo


Un cielo púrpura sobre el humo, y abajo el agua, y ahí nadando, dejándose llevar por una corriente medio marina medio eléctrica, un cardumen de ojos inquietos y maravillados, de pies que volaban a diez centímetros del suelo, de labios que escupían rugidos de guerra, de puños que se agitaban en el aire, de cabezas asintiendo escandalosamente.
Cual árbol añejo, cansado pero sin dejar de florecer, Gillan de impecable presencia y resistencia de Ombú, con la firmeza de una ESTRELLA DE AUTOPISTA y la seguridad de a quien los años desgastan más no pueden apagar por completo, recordaba sin cesar el por qué de esa noche única.
Sobre escaleras blancas y negras, un Airey flotando entre tangos y galaxias desconocidas, un Don Airey quebrando la velocidad del sonido, en su esfera de polietileno, en armonía impecable.
Y sin embargo sobre escalas menores y mayores de diversos matices, Morse era quien dirigía las olas hambrientas, furiosas y avasalladoras del mar donde nadaba el cardumen, quien descosía a su gusto las gargantas desangradas, quien manejaba, con habilidad de hipnotista los saltos, aullidos y cuerpos de los que se sumergían en un ritual que esperaban durara para siempre. Un Morse paradójicamente silencioso, con discreción soberbia: perfecto, absolutamente inmejorable para su rol en el ángulo derecho.
Detrás de la tormenta eléctrica vista al comienzo, estaba quien tornaba tsunamis las olas del mar fluorescente, estaba el sismo personificado, quien, casi con disimulo y con apariciones ensordecedoras y maniáticas en los momentos oportunos dirigía de raíz la tormenta eléctrica que se formaba entre el humo, bajo el cielo púrpura. Un Paice aguerrido, inmutable, a la espera de la lluvia.
Y finalmente danzando a la izquierda, un Hermes payasesco, marcando el paso del huracán, con insolencia, con tiranía casi, completando el círculo cerrado de la tempestad. Un Glover alegre, distraído, natural.
Las gotas iniciales de  toda tormenta brillaron por su ausencia: fue un temporal inmediato de casi dos horas que, como no podía ser de otra manera, culminó en una NOCHE NEGRA.
Ian, Don, Steve, Ian y Roger en el cielo púrpura, y  el resto presciende de palabras, el resto era nada más que HUMO SOBRE EL AGUA.

Ferdinanda (23/02/2009)

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